miércoles, 21 de julio de 2010

Memorias de la España de 1920


Doña María Efigenia López Quiroga es mi abuela. Ella nació en Cantorcia, en 1920. A los 19 años contrajo matrimonio con Don Darío López Rodríguez, quién nació en Savane en 1912. Ambos oriundos de Galicia. Doña Efigenia hoy tiene 90 años, y con mucha facilidad para recordar, me contó cómo era la vida en la España de principios de siglo y la Argentina de 1949. En la foto, mi abuelo de jóven.

¿Cómo era la vida en España?
La vida de España era fundamentalmente trabajar la tierra, tener animales, y sacarlos a pastorear. Teníamos ovejas…y chanchos que después comíamos .Las gallinas ponían los huevos. Sembrábamos centeno, maíz, o garbanzos. En el invierno, no había calefacción. Entonces, la única forma de mantener el calor era colocando a los animales en los pisos de abajo de las casas. Con las vacas, por ejemplo, cuando estaban más gordas iban al mercado y las vendían. Había que sacar plata de algún lado.

¿Cuántos hermanos eran?
Éramos ocho hermanos.

¿Y los del abuelo cuántos eran? Creo que eran como 13…Los hermanos del abuelo eran 9. Habían tenido 13 hijos, pero algunos murieron de chiquititos.

¿Y tus papás que hacían?
Todos trabajábamos en el campo, hasta que fueron más grandes. Algunos de mis hermanos se fueron para Barcelona, otros vinieron para Buenos Aires, otros para Madrid… y así se fueron desparramando todos.

¿Y quién quedaban los últimos entonces?
Allá el mayor era el beneficiado. El mayor es el que tiene que quedar en la casa, y los otros tienen que salir a buscarse la vida. Vos ahora estás en tú casa y tu hermano trabajando… allá sería al revés!.

¿Estaba muy lejos la ciudad?
Las ciudades más grandes eran Madrid y Barcelona. Después hay otros pueblitos: Santiago, Lugo, Asturias. Cuando necesitábamos algo íbamos caminando de un pueblo al otro… un poco caminando y otro poco arriba del burro, caballo, lo que sea. Éso los que nos quedábamos… el que se iba, se iba para siempre.

¿Tenían vecinos ahí?
Eran 7 casas. En algunas no había nadie. En otras había dos o tres. Nosotros éramos ocho hermanos, 2 hombres y seis mujeres.

¿Y la escuela?
Íbamos un mes o un poco más por año. Después ya no íbamos más porque había que trabajar. Aprendíamos a leer, a escribir, sumar y restar, pero apenas.

¿Algunos de tus hermanos fue a la guerra?
Sí, fueron los dos. Fueron y volvieron, gracias a Dios. Lo que si, ya no me acuerdo porqué hicieron la guerra. Seguro para matar a los pobres… (se rie). Mis hermanos tuvieron suerte: hay quienes van al frente y quienes quedan en retaguardia. Pero ellos gracias a Dios volvieron…lo malo es el que no vuelve. Un hermano de tu abuelo no volvió.

¿Y el abuelo qué hizo en la guera?
Tu abuelo se escapó, pero al final lo andaban buscando y antes de que lo encontraran, se presentó (se ríe). Él al frente no fue. Ah, ¿sabés lo que hacía? Llevaba a los caballos a tomar agua!. La madre tenía un amigo, y fue y le dijo que lo llevara a Lugo. Y hablo con un superior y él se lo presentó a otra persona, entonces así se salvó de ir a la guerra, pero no se salvó de llevar a los caballos!. Y una vez que los llevaba a tomar agua, encontró un vecino, pero no le dijo ni una palabra: pasó disimulado con el caballo sin decir ni mu. Porque sino lo podían descubrir y meterlo adentro. Me acuerdo de bastantes cosas, ¿viste?.

¿Y cómo lo conociste al abuelo entonces?
Allá hay que ir a los prados a segar hierba y traerla para la casa. Empezaba el verano, y había unos parientes de él que vivían cerca de mi casa, y había que segar con un fouzo, (una herramienta para segar avena, trigo, etc.) Y esa gente lo vino a buscar a mi casa. Pero después yo lo fui a buscar porque lo necesitaba segar la hierba. Y ahí estaba tu abuelo, pero yo no lo conocía. Y su hermana, Manuela, me dice “¿Y no lo conoces a ése?” A lo que le respondí que no, que no lo conocía. Y ella entonces me dice: “Es Darío de Gamalleiro” (nombre de la casa de abuelo)…

¿Y no te pusiste colorada?
No me puse ni colorada, ni blanca, ni verde (se ríe), entonces me fui a segar la hierba con el fouzo. Estaba yo segando en el prado y cuando me doy vuelta lo veo ahí abajo. Yo seguí segando. Luego até la hierba y me fui para casa. Al otro día había una feria en la puebla y yo iba caminando y al rato me lo veo al lado. Me empezó a hablar, y de ahí no me soltó ni lo solté más (se ríe).
Nos casamos por el registro civil y después por la Iglesia.Yo tenía 19 años y el 27.

¿Cómo fue que vinieron para Argentina?
Porque allá después de la guerra no había ni trabajo ni nada, estaba todo muerto. Y a mí me reclamaron de acá, porque si te reclaman podías venir, sino no. No sé muy bien cómo explicarte. El padre de Mirta (una tía mía) nos dijo de venir. Entonces compramos los boletos… obviamente, sólo de ida.
Y cuando llegaron a Argentina, ¿con qué se encontraron?
Vinimos en barco y tardamos como quince o veinte días. Viajamos con toda la gente que venía para Argentina o para Uruguay, pero todos veníamos a buscar trabajo.

¿Apenas llegaron qué hicieron?
Nos trajeron para la casa de una hermana del abuelo, Pacita, y estuvimos un tiempo, porque no podíamos quedarnos ahí para toda la vida. Después, en Avellaneda había un conventillo. Y nos dieron un ahí para vivir. Estuvimos ahí un tiempo largo. Como era de madera, un día, se prendió fuego… y se quemó. En ese conventillo había muchas piezas: era una para cada familia. Nosotros éramos tres nada más, pero había familias mucho más numerosas. Sin embargo, seguimos un tiempo en Avellaneda porque alquilamos una casita en un barrio que, la verdad, no era muy lindo. Nos terminamos yendo a lo de Pacita de nuevo, y justo vimos que la casa de enfrente (donde vive actualmente) se vendía. Luchando y luchando, la compramos. Pero era muy distinta a como está ahora. Estaba fea y así nomás la casa, y con el tiempo la fuimos poniendo más linda.

¿El abuelo de qué trabajaba?
En el centro hay gente que se contrata para limpiar los edificios, oficinas, cosas así. Y él dice “voy a ver si consigo algo así”. Y bueno, lo tomaron. Limpiaban las oficinas, etcétera. Fue ahorrando y ahorrando y ahí es cuando compramos la casa.

¿Y vos de qué trabajabas?
Yo hacía pantalones. Él siguió trabajando en eso. Una vecina nos dijo: “¿porque no edifican ahí adelante y les alquilamos?” me dijo así porque ellos querían poner un negocio, entonces aceptamos… de algo hay que vivir, ¿no?

¿Te arrepentís de haber dejado tus tierras?
Al principio nos costó. Pasar del campo a la ciudad no es fácil. Porque nosotros sólo sabíamos trabajar la tierra, criar y cuidar a los animales, segar y juntar la hierba, y mantenernos en familia. Y aquí tuvimos que aprender un oficio totalmente distinto, y tuvimos que estar solos, sin nuestra familia. Pero no, no me arrepiento para nada de haber venido. Si uno se lo propone, puede adaptarse a cualquier medio.

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